sábado, 20 de julio de 2013

Un buen ebrio, 2013


Me parece curioso
no haber encontrado
poesía que catalogue el estar ebrio como un mal
(debe ser que he fallado al leer)
¿Qué pasó Mr. Licor, cómo es que no has armado algarabía?

¿EBRIEDAD?
¿Falta absoluta de los sentidos?
¡Qué santidad ni ocho cuartos!
Un ebrio que grita monerías de cuarto
obviamente no le importa ser musa de burlas:

se mete de a su forro en las turbas
estrella carros, se busca multas,
hace desmanes a la autoridad
LE SACA LA LENGUA AL DIABLO
atropella vidas a más no dar
…y casi siempre porque quiere agradar

Hoy he pillado a un grupo arrojando en un tinaco
otro bando tirados,
desparramados por allá.

¡FELICIDADES MR. LICOR!
¡Como tienes inversores!
Agujereas bolsillos, hígados y riñones
y encima les revuelves los estómagos y otras tripas.
No me sorprendería que quemaras neuronas
(pero eso no se ha comprobado,
y cuando se dijo,
¡en que burla se metieron los sabios!)

En fin, bastardo del  guarapo,
los dejas hechos todo un trapo,
y los muy imbéciles te alaban
(deberías dar lecciones de marketing).

En serio, ahora que te tengo al frente
solo quiero preguntarte,
¡Compadre! ¿Pero cómo lo haces?
Los abofeteas, y los tienes a tus pies.
Haces que los pateen en sus casas, y aun así te siguen.
Y si Su Majestad, el actual Presidente, les dice:
¡Aquí mando yo, NO Mr. Licor! ¡Que se le pongan reglas!
Salen más gatos a las calles que los que protestan por educación
(vaya que te tienen admiración),
en serio, no sé cómo lo haces,
creo que hasta en la encuesta popular le ganaste la partida al amor.

Mr. Licor, ¿cómo te llevas con Don Dinero?
Ese otro pez gordo,
¿te cae bien?
Me parece, son aliados en el arte de engañar
y tienen seguidores de danza macabra.
Igual, puedo quejarme,
y quejarme,
Y QUEJARME,
y quejarme hasta que me salgan canas,
pegar papeletas en cada semáforo de mi nación,
y estoy segura que tus seguidores no me harán caso.

Así que,
solo TE PIDO UN FAVOR:
dile a tus amantes que sean buenos ebrios:
que beban encerrados, o con amigos,
pero que no griten improperios,
que no salgan a manejar,
que no silben de más a las mujeres,
ni que pongan un ojo indecente en quien no se lo busca.
¡Au revoir Mr. Licor!
Siga siendo rey de carnavales, bares y discotecas,
agujeree el alma y la vida a quien lo quiera
e invíteles un trago con el anti-lázaro de Parra

(un buen muerto).

-Sandra Gómez (Nela Vega), 2013

He intentado olvidarte, 2013


No tienes idea de cuántas veces he intentado olvidar tu nombre.
En realidad, he probado muchas técnicas
que un día encontré apuntadas en uno de esos cuadernillos
que no tienen fecha, pero hablan de embrujos a veces imposibles.

La primera fue escribir tu nombre en un papelillo
no más grande que mi pulgar,
darle tres besos al revés y al derecho, imaginando siempre que eras tú,
y luego cuidadosamente rasgarlo en la misma cantidad de pedazos
que la fecha del día en que nos conocimos
para luego lanzarlos cuidadosamente desde un balcón,
llorando a la luna.
Se supone que habría resultados en una semana,
durante la cual debía  abstenerme de ti,
pero te vi el sábado camino a un café
y rompiste el hechizo.

Después intenté
dejar de leer TODAS tus cartas y mensajes
en TODO sentido de la palabra,
aunque atiborraras mi bandeja de entrada
(cómo complica la tecnología el
olvidar un amor en estos tiempos).
Pero esta vez fue mi falta de fuerza de voluntad
la que me hizo flaquear:
no podía evitar que el corazón me diera un vuelco
cada vez que redactabas una de esas interminables notas de despedida…
Como no funcionó la vía tradicional,
volví a volcarme en el libro mágico.

En el índice, un nombre me llamó la atención
Sáquese la daga ponzoñosa del pecho
Intenté ese.
Consistía en mentalizarme para actuar como si ya te hubiera olvidado,
organizar una velada romántica,
comprar tu vino favorito,
coquetearte como todos los días,
y justo después de plantarte un beso en los labios,
decirte campante y sonante: ¿sabes qué?
NO TE QUIERO.
Me pareció interesante.
Compré velas, adorné la mesa con un mantel rojo,
tu color favorito, te invité como si fuera otra noche…
otra noche de largas risas…
Bebías pacientemente sin sospechar
mi plan casi maquiavélico.
Y llegó uno de esos momentos incómodos,
que en complicidad solemos romper con besos…
Es mi momento, pensé.
No somos de los románticos que suelen mirarse antes de juntar los labios
pero ese día,
no sé por qué
sí lo hiciste,
y me conmovió tanto tu mirada,
tu mirada me hizo sentir tan culpable,
que al final del cuento terminé diciendo:
TE QUIERO COMO A MÁS NADIE.
Y terminamos una noche más contentos
pero me fui a la cama sin olvidar que me había propuesto no quererte.

Busqué otro embrujo,
tal vez uno más avanzado,
enrevesado… lleno de partículas y vericuetos
aunque me costara mucho dinero comprar los ingredientes,
pero ninguno me agradó.
Así que esa noche me quedé pensando con el libro sobre el pecho.´
Pensando en por qué no te quería.
Pensando en por qué tendría que quererte.
Pensando en por qué te había conocido.
Pensando en por qué siempre te cruzaba en el camino,
e  intentando enumerar tus defectos.
Y me di cuenta de que de alguna forma no me molestaban tanto…
y me mordía la boca,
y saboreaba los últimos vapores del vino
que habíamos intercambiado hacía un rato…
¿Por qué no quiero quererte?
¿Qué hay de malo en tu sonrisa o en tu mirar?
(En ellas, nada, porque PRECISAMENTE habían evitado que me fuera de tu lado)
Entonces, ¿por qué?

Puede ser, pensaba, que soy un marinero
enjaulado en el cuerpo de una mujer
de tiempos modernos
que adoraría embarcarse en nuevos puertos
y dirigirse volando a Júpiter
viendo el océano de estrellas arremolinarse bajo el barco celestial
viendo los delfines-cometas retozando felices sobre la negra inmensidad
poblada de estrellas
como las que hacen fiesta en tus ojos
¿Por qué pienso otra vez en ellos?

Me imaginé vestida de pies a cabeza como amazona,
con una enorme daga en la mano
y a ti, un rival más del bando enemigo.
Cual Aquiles, masacraba a los demás soldados que me salían al paso,
hasta que te encontré,
te puse la punta de mi espada en la garganta,
te amenacé con mi grito de guerra,
y te empecé a cercenar cuidadosamente la piel,
viendo como sangraba la herida...
¿Cuidadosamente?
No, TE DEGOLLÉ.
Y sentí una terrible punzada en el pecho,
¿por qué?
Así que  lloré a tu lado…
lloré por ti, irónicamente pues no te conocía
(supuestamente)
y me quedé a tu lado hasta que lanzaste tu último suspiro.
Por cierto, por tu culpa, en el sueño me mataron…
me tomaron desprevenida mientras tomaba tu mano
y me clavaron una lanza en una de las costillas izquierdas.

Caí en otro sueño, con un dolor terrible en la espalda.
Estaba frente al mercadito donde siempre voy a comprar flores frescas.
Venías caminando, silbando, desde el otro lado de la calle,
y  me pasaste por enfrente,
como si nada…
¿CÓMO SI NADA?
¿Quién te crees? ¿Ni siquiera me saludas?
¡ATREVIDO!
Me hizo gorgoritos la sangre, me recorrió una rabia de carbón,
de fogón de leña
apreté mi bolso contra mí,
y te seguí dispuesta a reclamarte.
Y entonces fue que pensé:
¿Y qué tal si por fin funcionó,
si por fin todo dio resultado,
y no me reconoce?
Aún así, el gusanillo de la curiosidad
agujereaba mi respiración,
haciendo que el corazón me palpitara más rápido
(OJO, era el gusanillo de la curiosidad, no tú…)
Estabas eligiendo manzanas,
vestido con tu chaqueta favorita…
decidí que también quería manzanas
tomé una bolsa y empecé a llenarla de frutas
moviéndome para intentar cerrarte el paso,
pero siempre me esquivabas,
Como si nada…
Ya había perdido la cuenta de cuantas manzanas tenía en la bolsa
en el cartucho plástico
cuando de la nada,
ésta no pudo más con el peso de las dulzuras  rojas,
y  todas cuantas había tomado, rodaron por el piso.
Caballerosamente me la pasaste una a una, diciendo:
¿no le molesta que la ayude?
Cuando terminaste, te levantaste y te dirigiste a la caja a pagar…
Yo me pellizcaba para saber si estaba soñando,
si seguía soñando,
revisándome el pecho para saber si aún estaba ahí el libro,
y sentí el nudo más amargo en la garganta,
el más amargo de mi vida…
Ver cómo te marchabas sin siquiera voltearte y sonreírme,
y me quedé pasmada, en la caja,
sin saber qué sentir…

Estaba feliz porque lo había logrado,
pero también era el día más triste de mi vida,
y no sabía por qué…
El vendedor de manzanas me preguntó burlón:
¿qué le ha pasado, señorita?
Parece que le hubieran dado un boleto a Júpiter…
¿Me dieron un boleto a Júpiter
o me lo quitaron?
¿Me lo quite?
¿POR QUÉ ME LO QUITE?
¿Qué había de bueno con todo lo demás ahora?
No sé…
No he terminado de encontrar esas respuestas
y no quise volver a retomarlas cuando desperté.
Abrí los ojos.
Abrí los ojos agradecida de estar en mi cuarto,
de sentir el peso del libro sobre mi pecho…
Sentí el libro sobre mi pecho.
Y quise aplicar lo que había aprendido leyéndolo:
rasgué cada página en cientos de pedacitos del tamaño de mi pulgar,
besé cada retazo de papel tres veces al revés y al derecho,
agradeciendo tenerte,
y los lancé cuidadosamente desde mi balcón,
llorando a la luz de la luna
una luna de medianoche,
saboreando el vapor de tu vino en mi boca,

sabiendo que volvería a verte…

-Sandra Gómez (Nela Vega), 2013 

Agonía del pintor sin nombre, 2012


En la penumbra de mi cueva
tiré un poco de pintura
que cayó campante de escalón a escalón
Cascabeleaba cuando chocaba aquí y allá
empapando de risas el salón antes teñido de amargura

La bruma añil que me arropaba
 se hizo a un lado y me tejió una cortina
y  logré ver lo que la suave oscuridad arrebataba de mis ojos
Y la vi, feliz, danzando y arremolinándose
¡y a él, DESCARADO, gozando y alucinando al vaivén de su rítmica voz!

Un arrebato al carbón,
 tostado por ambos lados,
 me recorrió de arriba abajo haciéndome temblar

¡OSADÍA de sus manos!
¡OSADÍA si ella es mía!
Y ella estaba ahí, traidora
 empapada fríamente de violeta, fucsia y verde
Adosada de motitas doradas que faroleaban sin cesar…
Ella…admirada, amada, criticada por todos
pero por mi guardada
Y él, él…
con su dedo inquisidor le tocó los labios
Y ella, ella…
traidoramente le sonrió de vuelta

De carmín ardiente me pinté.
Y admito que era confuso,
porque algo en mí lo disfrutaba
a la vez que algo en mí decía: ¿pero por qué ella? ¿Por qué a mí?

Mi amigo, el descarado,
volteó hacia mí y me dijo:
¡Pero si es una maravilla!
¿Cómo es que tristemente la tienes aquí,
 desnuda entre caballetes?
Pero hombre, ¿acaso no te das cuenta?
 ¡ERES UN GENIO! El mundo necesita verla
Si la conocen, aclamarán su nombre.

Es mi tesoro, le dije. No me creyó,
no me creyó ni ella… ni tristemente ella a mí.

¿Por qué no me creyó?
Si vivimos por amor al arte
DEBO ser suficiente para ella
porque ella lo es para mí: me llena,
 casi me ahoga, pero la quiero así.
Por eso, faroleará eternamente en mi cueva,
en el nido del pintor sin nombre
en la eterna noche abrumadora de pinceles transparentes
¡Que me quiera por siempre así!

Vete amigo,
 te perdono que hayas querido amar mi arte
Pero LO SIENTO
Simplemente NO la comprendes.
Déjanos solos, eternamente

cascabeleando, ondulando aquí.

-Sandra Gómez (Nela Vega), 2012