sábado, 20 de julio de 2013

Huaca, 2011

A mi madre, Sandra Romero

Cuando la tierra ofrece su húmeda alfombra
al paso inseguro en una noche de fulgores,
cantan los grillos su melancolía en la penumbra,
persiguiendo la tristeza, escondida en la sombra;
se remojan los trinos en su cantar de albores.

La cándida luciérnaga ha despertado de su sueño,
tras la fatiga de la alegría, amiga de la voz
ronca del capacho, corredor enervado mas risueño,
y alzan vuelo ya las cotorras a un ritmo veloz
al tiempo que desciende el núbil manto istmeño.

El labriego ha marcado ya los surcos en el campo,
la cansada hoz ha lamido triste la tierra,
a sabiendas que las semillas alzan sus manos,
para aferrarse a la entraña, nido del canto
de un gallo solitario en la paz de la sierra.

Pero hoy la luz mínima del frágil camafeo dorado
no es humilde ante el imponente brillo del Sol,
hoy se ha vestido de cristales de fino tallado,
así brinda espectáculo a ojos extasiados
del júbilo hecho carne, curioso espectador.

Y la noche engalanada con terciopelo azulado
veteado por el naranja de un cálido farol,
presta sus galas al embrujo del poblado,
arqueo villorrio de indios oprimidos, humillados,
esclavos de la áurea locura del yugo español.

El precioso metal por rayos del Sol pintado
besa a la luciérnaga, embebida ya
en la danza frenética de las estrellas,
anunciando la presencia del oro guardado
por los tentáculos celosos de un árbol floreado.

¡Ya los cristales no hacen volar al frágil insecto!
¡No más rasgará la acuarela de la noche!
¡Su luz ya no perece! ¡La aurora pretexto
tiene de decirse humana! ¡Todo derroche
de lujo flota y se arremolina! ¡Oh ser perfecto!

Huaca, ¡oh niño besado por el Sol!
dolorosa carne asfixiada por el pisar,
despiertas ahora de tu claustro asolador,
¿Eras tú gota lumínica de resplandor
que adornabas con magia el oscuro al volar?

¡No más! ¡No dances bajo la tierra!
¡No más! La locura áurea ya se encierra,
¡no más! que la codicia duerme ahora,
solo quiero presentarte este campo que desflora
la fertilidad agreste de mi hogar la sierra.

¿Por qué huyes de mi? ¿Deseas acaso regresar
al corral de raíces del abuelo guayacán?
¿Exhausto está tu halo de guerras flanquear,
que desprecias los brazos que arrullo te darán,
desdeñando la figura por la tierra que abrazas?

Y fue así que conocí al hijo del maíz,
oculto en la maleza del corral del labrador;
la luciérnaga ha vuelto a despedir el Sol;
la criatura no quiere abandonar su cama de raíz
por temor a topar al odio y no al amor.

Y si descubrieses que al igual que el Niño-Sol
huyes del abrazo por la fragilidad de tu huaca,
habla al guayacán nacido sobre el corazón,
pide que te entregue el oro que falta,
en la tranquila noche de la encarnada flor.

-Sandra Gómez (Nela Vega),  2011



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