me fue presentada aquella copa de cristal,
reluciente y culpable,
portadora de este mal,
por mis labios resbaló la dorada,
¡oh dulce miel!
empapando mis sentidos,
llenándonos de fe,
¡oh disfrute del alma!
Me ató a ella,
con solo imaginar su ausencia,
la abrasadora sed me deshace,
me inquieta..
Pero aquella tarde, el dorado líquido sobró,
acostumbrando mi paladar
al dulce y luego amargo sabor,
¡Que zozobra me saluda! No quiero ni volver,
si resbalase de mis manos, ¿qué sería de mi ser?
Mas no, no ha caído,
luce estable en su blanco pedestal,
me inquieto, me estremezco,
¡se agota mi líquido vital!
- Sandra Gómez (Nela Vega), 2010
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